jueves, 23 de abril de 2015

Temporada electoral: Los partidos andan de safari y la presa eres tú



Las campañas electorales arrancaron el pasado 5 de abril. (Arrancaron formalmente, porque ya hemos visto que el Verde, entre otros, no se aguantaron las ganas de refundirnos sus aperitivos desde mucho antes). Eso quiere decir que estamos en plena temporada de caza para cualquier ciudadano desprevenido. Cuando cruces la calle, aunque trates de evitarlo, tienes que ver la jeta de cinco personas que piden tu ayuda para ser diputados federales. Si tienes los oídos abiertos en un microbús o mientras comes en un restaurante, llegas a escuchar el equivalente a una hora de promesas para que este país sea más idílico que el jardín de los Teletubbies.

Como en todos los periodos recientes, el presupuesto para propaganda electoral supera nuestra capacidad de escapar a ella. Igual que los años anteriores, su capacidad de difusión supera nuestra capacidad de interesarnos en lo que esa propaganda pueda decir y sobre todo, supera la capacidad de los partidos políticos de formular una propuesta que signifique algo. Cualquier cosa.

Una de las bellas tradiciones mexicanas es que las elecciones intermedias (las que suceden en medio del mandato del presidente X) tengan un nivel bajísimo de participación. Pero este 2015 somos testigos de dos hechos que pueden hacer de este proceso electoral uno de los más accidentados que han sucedido recientemente. Por un lado, el sistema partidista tiene un rechazo enorme y hasta las encuestadoras preferidas del régimen, muestran que todos los partidos políticos tienen una opinión negativa entre los ciudadanos.

Por otro lado, hay sectores que van más allá del rechazo y se oponen activamente a que se lleven a cabo las elecciones, sobre todo en los estados de Guerrero y Michoacán. El aumento de esta movilización se debe directamente (aunque sólo en parte, porque tiene raíces históricas profundas) a una combinación de los crímenes de Estado que han quedado impunes, como los de Tlatlaya y Ayotzinapa, y a las evidencias de corrupción, que aparecen todos los días, entre los integrantes del régimen y los representantes y candidatos de los partidos que están en contienda (las referencias son demasiadas como para hacer un compendio equilibrado). Y como contexto, aparecen antecedentes como el de una reforma electoral que no sirvió para nada más que para cambiar las siglas del Instituto Federal Electoral (IFE) a Instituto Nacional Electoral (INE) y el llamado Pacto por México, que sirvió para alinear a los partidos en torno a la venta de saldos que coordinó el gobierno federal (bajo el nombre de "reformas estructurales"). Esto último hizo una gran tarea para mostrar con toda claridad que esos logos impresos en la boleta electoral acabarán siento indistinguibles en la práctica y que, con toda probabilidad, trabajarán en contra de nuestros intereses.

Tal vez alguien que forma parte de Estado ha tomado nota de que, a muchos de nosotros, sus franquicias o agencias de colocación llamadas partidos políticos no nos tienen tan contentos. Puede que así se entienda que Enrique Peña Nieto haya hecho una invitación más detallada que hicieron los presidentes anteriores para las elecciones intermedias. Calderón, por ejemplo, sólo dijo generalidades para llamar a votar en 2009. Pero ahora, Quique tuvo que hablar de lo limpios que van a ser los comicios, de que ni el PRI ni el gobierno federal (como si fueran independientes entre sí) van a intervenir en ellos y de que el nuevo INE es tan maravilloso que podría decirse que no lo merecemos. Todo eso nos inspira hectáreas y hectáreas de confianza porque, por supuesto, Quique encarna toda la limpieza de las instituciones en su persona y su elección como presi ha sido un bello antecedente para las que tendremos ahora.

El supuesto árbitro que acabamos de mencionar (el Instituto Nacional Electoral), hizo una invitación a los partidos para que no violen la ley electoral durante estas campañas. Es raro, porque generalmente las instancias gubernamentales no nos invitan a cumplir la ley, sino que, si nos va bien, la anuncian y nos hacen saber que si la violamos deberemos atenernos a las consecuencias. En la mayoría de los casos, nada más nos la dejan caer (la ley con sus consecuencias) sin previo aviso. Pero aquí parece que los partidos políticos son merecedores de que les pidan por favor no cometer delitos. Digamos que el INE es como un árbitro Montessori.

El nuevo presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Nación (TEPJF) también dio signos de vida. Constancio Carrasco, que acaba de ser elegido, habló de la falta de confianza en las instituciones, del "momento crítico" que atraviesa el país y otras cosas que ya todos sabemos, pero que es raro escuchar con tanto detalle en palabras de la autoridad. El TEPJF es el órgano que está encargado de resolver cualquier controversia legal relacionada con las próximas elecciones. Sería bonito creer en la seriedad con que habla Carrasco, pero al menos dos cosas desafinan: su elección se dio como sedita, en menos de ocho minutos y con sólo un voto en contra, como si hubiera habido (pero, ¿es posible? ¿Serían capaces de semejante cosa?) un acuerdo partidista previo. La otra es que Constancio es primo de Diódoro Carrasco, y es también cercano al PAN, aunque gracias a su pragmatismo, es casi seguro que no tendrá ganas de meterse en monsergas como dictar sentencias que castiguen los delitos electorales (de los que, eso sí, habrá un chingo. Confíen en mí).

Con toda seguridad, estas señales de "preocupación" por parte de las autoridades son puramente discursivas. Tal como están hoy las cosas, el aparato estatal, al servicio del mercado, opera a sus anchas gracias a la simbiosis entre los representantes y los grandes empresarios (que en muchos puntos son indiferenciables). Eso, que los políticos llaman la "normalidad democrática e institucional", cuenta con la herramienta de las elecciones, en la forma que las padecemos, para mantenerse. Lo deseable para los actores más influyentes (y los principales interesados, que no somos nosotros) es que las votaciones tengan la misma participación mediocre y previsible de los periodos anteriores. Es decir, que no sea masiva al grado que trastoque todos los arreglos y cálculos grilleros (algo que no va a pasar, ya sabemos). Un movimiento como el de programar el partido México-Brasil el mismo día de los comicios puede servir a este propósito, por ejemplo. Pero tampoco tan pequeña que las despoje de legitimidad. Y menos, que de plano no lleguen a realizarse debido a la resistencia civil (por parte de la CETEG o de quien sea). Eso último sí les alcanzaría a dar diarrea.

Me parece que actos de rebeldía (y también diría que de dignidad) como los que puedan ofrecer resistencia ante el aparato institucional y los efectos de la política partidista son lo único que merece interés genuino de entre todo lo que pueda pasar durante las campañas y hasta las elecciones. El resto será un ametrallamiento de propaganda que sólo servirá como vía para adueñarse del entorno público como alarde de poder (y de paso justificar el presupuesto electoral). Por lo pronto, tomando en cuenta todo lo que voy a ser obligado a consumir, me voy a tomar un desparasitante.

Sigue a la única gatita que escribe para VICE:

@infantasinalefa



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