miércoles, 16 de septiembre de 2015

Narco Estado Mexicano y la Fuga del Chapo Guzman



Arsinoé Orihuela Ochoa
Colectivo La digna voz

Un fantasma recorre el mundo del narco, una especie de sombra obscena que los capos condensaron en un proverbio: a saber, “Estados Unidos te hace; Estados Unidos te deshace”. Si se quiere comprender la narcotrama en México es básico partir de esta modesta verdad: los asuntos de la droga en el hemisferio, especialmente en México y Sudamérica, están bajo el control de Estados Unidos y sus agencias de seguridad e inteligencia. Joaquín “El Chapo Guzmán” es una criatura de Estados Unidos, tal y como lo fueron Pablo Escobar Gaviria, jefe del Cártel de Medellín, o –en otro terreno– Osama Bin Laden, otrora Enemigo Público No. 1 de Estados Unidos y líder de Al Qaeda. Existen, sí. Pero la pregunta es si son reales las propiedades o cualidades o malignidades que se les atribuye. Esos aspectos que acompañan a estos personajes (definitorios para manipular la opinión pública u orientarla hacia ciertos estados de ánimo rentables para la agenda del poder), a menudo son cortesía de artificios propagandísticos cuidadosamente diseñados por distinguidos publicistas estadounidenses al servicio del Pentágono o la Casa Blanca o la red de intereses políticos que concurren en el bandidaje a costa de otros pueblos. Llama la atención que después de la fuga de “El Chapo” Guzmán, las sospechas tuvieran como único destinatario al gobierno mexicano, y que ninguna línea de averiguación atendiera al “fantasma” estadounidense. Está ampliamente documentado que en la recaptura de “El Chapo” participaron agencias de inteligencia norteamericanas, señaladamente la DEA y el Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos. Las cuestiones operativas de su aprehensión involucraron a personal militar de aquel país, desde el uso de drones para su localización hasta la detención física del capo. Tras el arresto, arreció mediáticamente el empeño de extradición, promovido por el gobierno Estados Unidos. “Había un proceso (en la Procuraduría), y no estaba oculto; hay oficios de por medio y se estaba siguiendo el proceso”, señaló el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Pero es difícil determinar la seriedad de la moción. Hay quienes identifican en ese proceso la motivación de la huida. Pero esa lectura escamotea otras evidencias no menos relevantes. Más bien, la fuga pareciera una estrategia de presión a la administración de Enrique Peña Nieto para aumentar la injerencia de Estados Unidos en los asuntos de seguridad en México, y acaso un episodio más en las disputas intestinas entre la CIA (más cercana a los círculos privilegiados de Washington) y la DEA (más próximo al sistema de justicia estadounidense) por el control de la agenda en materia de política exterior. Una cosa es segura: “El Chapo” no se fugó; lo fugaron. Y la teatral evasión probablemente responda a la intención (acordada por facciones de ambos gobiernos) de abatir eventualmente a Guzmán Loera. Numerosos factores apuntan en esa dirección.
No se debe tomar a la ligera la declaración de Osorio Chong, en el sentido de que la segunda fuga de Joaquín Guzmán Loera ocurrió porque funcionarios del gobierno federal ‘‘traicionaron a las instituciones’’. Que “El Chapo” escapara mientras que casi la totalidad de los altos mandos federales se encontraban en excursión transatlántica no es un asunto fortuito. Es evidente que el costo político tendría un recipiente: Peña Nieto y su gobierno. Es a todas luces una operación ejecutada con meticulosidad quirúrgica.

Dentro de la administración peñista hay algunas figuras del calderonato que en las negociaciones del Pacto por México consiguieron prolongar su estadía en la función pública, especialmente en el ámbito de la seguridad. Uno de ellos es Ramón Eduardo Pequeño García, “quien fuera uno de los hombres importantes en el esquema operativo del ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, ya que allí ocupó áreas como la División Antidrogas” ( La Jornada 19-VII-2015). Cabe hacer notar que el retorno del PRI a la presidencia significó un ligero retroceso en los planes injerencistas de Estados Unidos en materia de seguridad e inteligencia, aún cuando en todos los demás renglones el PRI-gobierno se doblegara lacayunamente a la voluntad de Washington. Estados Unidos aspira a recuperar la primacía irrestricta que dispuso durante el panismo. Y es altamente probable que en ese afán de restauración intervencionista algunas facciones de Washington se aliaran con esos rescoldos de panismo trasnochado y resentido. Esa es la traición a la que alude el secretario de Gobernación. Lo que no dice el señor Chong es que el peñanietismo (sic) traicionó primero a Joaquín Guzmán Loera y su otrora intocable cártel de Sinaloa. Recuérdese la declaración de Phil Jordan, ex director del Centro de Inteligencia de El Paso, Texas, quien sostuvo en entrevista a Univisión que “el narcotraficante sinaloense metió mucho dinero a la campaña de Peña Nieto… [según] está documentado en inteligencia de Estados Unidos” (Pedro Miguel 24-II-2015). Traidor que traiciona a traidor… La fuga de “El Chapo” tiene más relación con traiciones e intrigas intestinas que con asuntos de bancarrota institucional o sistemas de justicia fallidos o remedos delincuenciales de Houdini con facultades escapatorias cuasi mágicas.

En entrevista con la revista Proceso, Jhon Jairo Velázquez Vásquez, alias “Popeye”, uno de los tres sobrevivientes del Cártel de Medellín, aseveró sin reservas: “El Chapo es hombre muerto”. La lectura del connotado sicario es distinta, pero llega más o menos a la misma conjetura: a saber, que los días del capo sinaloense están contados. Para el exjefe de sicarios de Pablo Escobar, la fuga de Guzmán Loera es una operación del propio capo en connivencia con funcionarios mexicanos de alto rango, que presuntamente querían evitar la extradición a Estados Unidos del jefe criminal. “Popeye” equipara las dos fugas, la de Escobar y la de Guzmán Loera, y advierte que los costos políticos son gravísimos: “Los Estados quedan como repúblicas bananeras. Pero en el caso del Chapo creo que es más fuerte todavía, por el túnel, por la corrupción, porque no lo extraditaron. Y por eso no creo que la agarren vivo. Ni al gobierno de México le conviene que lo agarren vivo, porque si lo extraditan y habla… sabe mucho. Y además él no quiere una cárcel en Estados Unidos. Si lo encuentran se va a hacer matar… [porque es improbable que] un capo tan guapo (bragado) como El Chapo quiera entregarse así” (Proceso 22-VIII-2015). Pero esta es una simplificación rústica de la red de relaciones envueltas en la narcotrama . Por un lado, omite que esa imagen de “república bananera” es altamente deseable para Estados Unidos, pues es un aliciente para su agenda injerencista. Y por otro, ignora flagrantemente que Estados Unidos es la mano que mece la cuna del narcotráfico, y que la única manera de legitimar su política de seguridad en terruños bananeros es presentando muertos a los “enemigos públicos”, y no únicamente tras las rejas en reclusorios apartados del escrutinio público. “El Chapo” pertenece a esa ralea de figuras públicas “pop”. Es más redituable mantenerlo en los titulares de la prensa que en cautiverio o anonimato. Esto no hubiera sido posible hace unos años, cuando el capo era figura clave en el trasiego de drogas a Estados Unidos. Ahora es reemplazable. La presencia mediática de Guzmán Loera es sintomático de la decadencia del Cártel de Sinaloa. Un informe de la DEA vaticina que la participación del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) crecerá en Estados Unidos en los próximos años. El documento plantea que la hegemonía de Sinaloa está seriamente amenazada por sus rivales de Jalisco. No es desproporcionado pensar que los narcobloqueos que tuvieron lugar el pasado mes de mayo en Jalisco respondan a una demostración de fuerza del CJNG, y a su afianzamiento como cártel dominante en esa región del país. El informe desclasificado de la DEA traza un diagnóstico ilustrativo: “Después de su separación del Cártel de Sinaloa en 2010” el Cártel de Jalisco Nueva Generación “se convirtió en la organización del tráfico de drogas con la más rápida capacidad de expansión en México” (Proceso 23-VIII-2015). ¿Es evaluación o prescripción?

Inmediatamente después de la fuga de “El Chapo” cobraron presencia algunos guiños pintorescos, de esos que a menudo preceden al abatimiento de algún delincuente elevado a condición de leyenda. La Procuraduría General de República ofreció una recompensa de hasta 60 millones de pesos por información “útil, veraz y oportuna que auxilie con eficacia a la detención de Joaquín El Chapo Guzmán”. El director del organismo de lucha contra la delincuencia en Chicago, reinstauró el título de Enemigo Público No. 1 a Guzmán Loera, título que en la década de 1930 detentara el famoso hampón Al Capone. También la administración de Barack Obama ofreció una recompensa de 5 millones de dólares a cambio de información que conduzca a la captura del capo sinaloense.

Pero todos estos gestos folklóricos no son más que simulaciones que zanjan el ánimo público para un eventual abatimiento del líder criminal, y allanan el terreno para una creciente intrusión de las agencias de seguridad e inteligencia estadounidenses en México.

Dos funcionarios, una estadounidense otro mexicano, revelan en lenguaje encriptado el fondo oscuro de la hollywoodense fuga de “El Chapo” Guzmán:

“El gobierno de Estados Unidos está listo para trabajar con nuestros socios mexicanos para proveer cualquier asistencia que pueda ayudar a respaldar su pronta recaptura” (Loretta Lynch, procuradora general estadounidense);

“Se refuerza la voluntad y el compromiso de ambos (gobiernos) de cooperar y colaborar. Es una colaboración permanente, exitosa y una colaboración que ha permitido la primera captura del Chapo y que ahora habrá de reforzarse (¡sic!) para permitir su recaptura” (José Antonio Meade, secretario de Relaciones Exteriores, ahora Secretario de Desarrollo Social en México).

La fuga de “El Chapo” anuncia básicamente dos escenarios: uno, la inminente muerte del capo; y dos, el triunfo de la Iniciativa Mérida o Plan México y la consolidación de la agenda de seguridad estadounidense en territorio nacional.

Fuente: http://lavoznet.blogspot.com/2015/09/joaquin-el-chapo-guzman-o-la-ley-de.html

lunes, 7 de septiembre de 2015

Cinismo destilado




Leer en México la prensa cotidiana o los semanarios de investigación periodística es un ejercicio que puede llevar de la decepción, a la crisis depresiva o a la indignación encendida. Lo mismo cuando escuchábamos el noticiero de Carmen Aristegui, hoy acallado por consigna, que daba cuenta de varios de los grandes problemas del país como la corrupción, el auge del crimen y la impunidad.
No se trata de la sola denuncia de las miserias de la sociedad y el régimen como vicios superables por algún método de autocorrección del propio sistema frente a la presión de la opinión pública. Tales mecanismos se encuentran bloqueados o agarrotados hasta su anulación por efecto de la fuerza y las inercias que emanan de ese sistema.

Se dirá que el problema está en una sociedad como la mexicana que no se moviliza o no lo hace en medida suficiente para combatir la inmoralidad y las perversiones. Es una visión falsa o, al menos parcial. Hay muchos grupos, organizaciones no gubernamentales y aun movimientos sociales elevando constantemente la voz frente a los hechos más evidentemente oprobiosos u ofensivos para la sociedad, como las violaciones a los derechos humanos, la corrupción y sus complicidades y la ineficacia del sistema de justicia supuestamente encargado de penalizarlos; y a ellos se suma en la etapa reciente la acción de organizaciones y la opinión pública internacionales que han puesto a México en la mira como uno de los países donde los derechos humanos y sociales y la justicia han registrado retrocesos graves y dramáticos. En un verdadero régimen de democracia político-representativa (la única asequible en el sistema capitalista), la denuncia o la movilización, aun de sectores minoritarios, bastarían para echar a andar dichos procedimientos de corrección por medio del aparato judicial o de las instituciones en general.

En nuestro país, sabemos, eso no es así. Frente a la denuncia, el régimen responde con el menosprecio y el ninguneo, el disimulo o, en el peor de los casos, la represión velada o abierta, y sobre todo con la persistencia y radicalización en sus propios horrores e inmoralidades. Un régimen autoritario que se siente amenazado reacciona negando la crítica o enfrentándola con la fuerza, pero no apelando a procesos democráticos como la transparencia y esclarecimiento de los hechos y la aplicación recta de la ley.

La corrupción no es en modo alguno parte de la naturaleza humana ni de la de los mexicanos; pero sí es consustancial a un sistema que la ha usado copiosamente para conservarse casi inalterado y que incluso ha recurrido a las regresiones frente a los insuficientes avances de la democracia. El ingrediente que la complementa es el cinismo (“desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. “Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación”, según definiciones de los diccionarios).

Pero hay momentos en que ese cinismo se destila y concentra como en un jarabe amargo que nos quieren prescribir y hacer tragar a pesar de nuestros deseos. Los días que corren parecen mostrar ese proceso de condensación, en el que el régimen mismo exhibe su carencia de recursos políticos y acude a enconcharse y a ensimismarse en sus meandros y sinuosidades, usando la propaganda como exorcismo contra la respuesta social. Tres aspectos al menos, dan cuenta de esa actitud refractaria frente a las demandas y el activismo sociales.

Por un lado está la asunción del veterano Manlio Fabio Beltrones a la dirigencia nacional del PRI como una confesión del descalabro del intento del grupo Atlacomulco de copar las posiciones estratégicas del gabinete presidencial y del partido. El retroceso del priismo en las pasadas elecciones —pese a que su alianza estratégica, ya virtualmente estructural, con el Partido Verde, la eliminación del PT en la Cámara de Diputados y la dispersión de los reales o potenciales contrapesos legislativos en ésta le aseguran una precaria mayoría legislativa— y su derrota total en el Distrito Federal, Nuevo León, Guadalajara y otras plazas decisivas seguramente encendieron focos rojos en el equipo peñista. El riesgo de enfrentar en 2018 a un López Obrador fortalecido y con registro propio que por ahora se ha ubicado como primera fuerza electoral en la capital del país y se posicionó en el mismísimo Estado de México, Veracruz y otras entidades, han obligado al relevo del mexiquense César Camacho por el veterano Beltrones, de filiación cabalmente salinista. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, dice el refrán; pero en este caso representa un retroceso más en el arribo del siempre anunciado y nunca conocido nuevo priismo, y un distanciamiento de éste y de la sociedad en aras del interés muy particular del actual gobierno y su partido por conservar el poder. Sn pudor, declara el nuevo líder partidario en reciente entrevista con Proceso que él tiene la piel gruesa para aguantar el diluvio de críticas que ya anticipa. Gruesa, acaso como la de un saurio antediluviano.

Pero también está el caso de la negativa del Consejo General del INE a retirar el registro al Partido Verde, la organización política que más ha violado la ley y más ha sido sancionada con multas. El cinismo de los verdes, a quienes muy poco les importa apegarse a la norma constitucional y a la legislación electoral, se vio exaltado y coronado por el de los consejeros electorales, para quienes tales violaciones no son causal “suficiente” para retirarle la franquicia. El mensaje que se emite a la sociedad y a la comunidad política es que se puede infringir impunemente la ley, a pesar de sanciones menores, sobre todo de tipo pecuniario, si así conviene en un análisis de costo-beneficio, porque no habrá sanciones mayores. El PVEM será en la inminente legislatura de la Cámara de Diputados indispensable al priismo para conformar una mayoría estable que le permita sacar adelante sus iniciativas. Por eso el Consejo General, controlado por el PRI, ha dejado pasar la ilegalidad sin límite de la agrupación del tucán.

¿Y qué decir de la exoneración de Enrique Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera por el secretario de la llamada Función Pública en el caso de presunta corrupción y tráfico de influencias de la llamada Casa Blanca de las Lomas de Chapultepec? El investigador designado por el propio Peña Nieto y su amigo personal, Virgilio Andrade, resolvió después de seis meses de sesudas y meticulosas indagaciones, que no ha lugar a perseguir ningún delito en la adquisición del inmueble a la empresa Higa del también amigo de Peña Juan Ignacio Hinojosa Cantú, propietario de diversas empresas que han sido titulares de múltiples contratos de obra en los gobiernos del Estado de México y de la República mientras los ha ocupado el de Atlacomulco, pues la transacción se realizó antes de que éste llegara a la presidencia. Además, explica el sagaz fiscal, la compra la realizó la consorte, como en su momento ella misma nos lo expuso, con los ingresos obtenidos por su actividad artística, particularmente como actriz de Televisa.

Se ha cumplido once meses de la matanza y desaparición forzada de normalistas en Iguala; dos años en prisión para Nestora Salgado; más de un año para José Manuel Mireles. También ha pasado más un mes del asesinato de Hildibrando Reyes García y las lesiones a otras seis personas en Ostula por la fuerza pública. Casi ocho meses van de la matanza de Apatzingán y ya tres de la del rancho El Sol en Ecuandureo. La investigación del asesinato múltiple del 31 de julio en la colonia Narvarte de la capital no arroja resultados convincentes y deja de lado elementos fundamentales. En todos estos casos el encubrimiento, las complicidades, la distorsión interesada de las investigaciones, entorpecen la justicia y el acceso a la verdad.

Pero no se trata de acciones casuales o inconexas, sino de un régimen político que, frente a una sociedad que despierta a la crítica, ha adoptado cada vez más como base de sustentación la mentira, la opacidad y el impudor. Pero tiempos mejores vendrán y ya se anuncian en ese despertar social, y es seguro que se actualizarán antes de que el cáncer alcance a invadir el cuerpo de la nación. 



Eduardo Nava Hernández  es Politólogo – UMSNH

Gabinete de Peña, cambio sin sentido




Si no se le ve el sentido, tampoco el rumbo. No queda claro ni lo uno ni lo otro. Siguen las preguntas sin respuesta. Para comenzar son a “toro pasado”; es decir, cuando ya se fue la mitad del sexenio en expectativas y nada, sin más resultados que las “reformas estructurales” salidas del horno en el Congreso de la Unión previo “Pacto por México”.
Todo lo contrario, hay una suerte de crisis de gobernabilidad que parte de Los Pinos. Salvo el affaire de las calcetas deportivas que tuiteó rápidamente, el presidente Peña Nieto no ha dado respuesta ni salida a ningún asunto importante: ni Tlatlaya, ni los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, ni las lujosas casas; la “blanca” de su esposa Angélica Rivera o la residencial de su alfil Luis Videgaray (que se queda al igual que Chong), o el lujoso avión de 750 millones de dólares.

Nada. ¿Qué decir del replanteamiento de la estrategia de seguridad, para meter a las Fuerzas Armadas a los cuarteles? ¿Qué de las fallas seriales de los asesinatos de periodistas o los desaparecidos en parajes de estados como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, en el país? ¿Qué hay de la fuga y recaptura de Joaquín El Chapo Guzmán del Altiplano? ¿Acaso Enrique Peña Nieto creyó que con ser catapultado por las televisoras, especialmente Televisa, con eso sería suficiente para gobernar, y sin recordar siguiera tres libros que le marcaran su trayectoria personal? Un estado no es el país.

¿Qué de los resultados de las “reformas estructurales” que se presume redundarán en beneficio para los mexicanos, sin decir en qué sentido, como se presumía comenzarían a dar frutos por el 2015? ¿Qué con el combate a la pobreza, cuando la titular de Sedesol, precisamente Rosario Robles ha sido cuestionada por la falta de resultados? ¿Por qué no hay cambio en la PGR, Arely Gómez, si la flamante titular no da pie con bola en resolver la fuga de El Chapo y, antes, lo de Ayotzinapa? Montealejandro Rubido es un funcionario menor, pero con conocimiento de causa desde el Cisen donde operaban los vigilantes de las cámaras de El Altiplano (solo se había corrido a funcionarios menores), ¿por qué no se le corrió antes?

“He decidido hacer cambios en mi equipo de gobierno para hacer frente a las nuevas circunstancias y desafíos que enfrenta el país”, dijo el presidente ayer desde Los Pinos. ¿Frente a qué circunstancias, si por la dinámica económica no salen Guajardo de Economía, Videgaray de Hacienda, incluso Agustín Carstens del Banxico? La tal autonomía de la institución se gasta las reservas de dólares apoyando a los especuladores. Se va José Antonio Meade de la SRE para la Sedesol ¿con el fin de proyectarlo hacia el 2018 como presidenciable? ¿Acaso porque es bien visto por Washington para la candidatura del 18? En cambio, desatino el nombramiento de Basáñez en la representación en EU.

¿Llega a la SRE Claudia Ruiz Massieu, pero a qué si no maneja las relaciones exteriores de México y menos con el vecino del norte, o precisamente por eso? No hay tales cambios para enfrentar lo que se viene en el país, salvo la proyección hacia el 2018, la sucesión presidencial para lo que ciertamente podría valer el enroque de las piezas.

Recordemos que recientemente llegó a la cabeza del PRI un viejo lobo del sistema, Manlio F. Beltrones, con la finalidad de salvar la presidencia de Peña. ¿Es que los cambios responden a un 18 anticipado? Lamentable, si es así, porque confirma la falta de rumbo. Lo que realmente le está faltando al país, y a este gobierno que no quiere queso sino salir de la ratonera. Beltrones llegó a apuntalar la presidencia, pero también a mover lo necesario para aceitar la maquinaria sucesoria.

¡Y si los cambios de gabinete responden a esto, es una pésima señal! Estaríamos hablando de un gobierno desgastado, sin resultados reales y nada qué decir en su Tercer Informe de Gobierno. Si la opinión pública es manejada para que comience el revuelo del sucesor, entonces estamos acabados sin gobierno para los próximos tres años del sexenio.

Murillo Karam se va “cansado”, pero a seguir operando ¿desde el PRI? Emilio Chuayffet a la banca (de embajador a España, según rumores), al igual que Rubido. ¿Qué va hacer Aurelio Nuño a la SEP, qué sabe de educación? ¿Cayó, porque se le quitó el picaporte de Los Pinos, o porque le funcionaron sus esquemas de lápiz y papel, el análisis de escenarios? Robles se va al vacío, degradada. En tanto José Calzada, Rafael Pacchiano, Francisco Guzmán, Enrique Martínez, Antonio Godina y José Reyes Baeza son movimientos así nomás, salvo que muestren lo contrario. Con los problemas ardientes, cambios a destiempo y sin rumbo, la única explicación es el 18. A la mitad, sexenio perdido para los mexicanos.

Es decir, que a tres años de gobierno ya se terminó el sexenio de Peña Nieto. Cuestionadísimo por la falta de resultados, la flotación del peso frente al dólar complicará más las cosas. Él dice que las “reformas estructurales” le traerán beneficios al país porque llega inversión extranjera, pero esas son falacias. Es más, el presidente sabe tanto de economía como tantos ciudadanos de astronomía. O sea, salvo contar dinero y gastarlo, nada.

Y si llega inversión foránea al país será por el petróleo y el gas. Dicho de otra manera, falta lo peor. De por sí en los planes ya está comprarle gasolina a EUA, ¡el colmo! Serán las petroleras gringas las que se lleven las ganancias de dichas “reformas estructurales”, conseguidas gracias a la suscripción de todas las fuerzas políticas del “Pacto por México”. Eso, entre otras cosas, le ha costado el desprestigio al partido que se decía de izquierda, el PRD, fundado por el hijo del general Cárdenas, el que nacionalizó el petróleo de las empresas inglesas y holandesas.

Aparte que el dinero de afuera nunca se ha distinguido por llegar a invertir para crear empleos, infraestructura, salarios dignos, mejores condiciones para los asalariados o la población; no alienta el crecimiento, menos el desarrollo de los países a donde invierte. Todo lo contrario. El impulso de un país hacia el desarrollo no se consigue si no es con esfuerzos propios. ¿Cuándo y en qué circunstancias, verbigracia, en Rusia los capitales de EUA que llegaron a asociarse con los mafiosos rusos en los tiempos de Boris Yeltsin, lo hicieron para impulsar el crecimiento de este? A la inversa, llegaron para saquear lo que más podían. Fueron los tiempos de las “reformas estructurales” en el corazón de la ex URSS, que las políticas neoliberales se impusieron como camisa de fuerza, apoyadas por el soquete de Yeltsin.

¿En qué país las privatizaciones han llegado para promover el bienestar de la población, como es el caso de las políticas fondomonetaristas y del Banco Mundial? Eso era antes de hablar de la imposición de los intereses abiertos que emprenden guerras injustificadas para apoderarse de los recursos. Es la estrategia del complejo militar-industrial gringo que acapara el petróleo por la fuerza. En el caso de México ese proceso culmina con “reformas desde el Congreso”. ¡Entreguismo vil! Esas son las esperanzas de bienestar para los mexicanos.

Dicho por otras vías: el sexenio de Peña ya se terminó desde el punto de vista político —desprestigios y falta de soluciones aparte—, pero desde el impacto de la presencia de los estadounidenses apenas comienza el tema del fracking, y de las concesiones (privatizaciones), bajo es escudo de licitaciones, de las reservas de energéticos en el país. Tamaño destrozos nos esperan todavía en estados como Veracruz, Tabasco, Tamaulipas y el Golfo en donde están las mayores reservas probadas. Es decir, que nos esperan más fracasos del sexenio peñista, con todo y las promesas digan lo contrario.

Ese es el retorno del PRI al poder, y con un presidente que no sepa cómo gobernar. Lo hemos dicho en este espacio en otras ocasiones: luego de dos años más o menos Peña Nieto se volvió indefendible. Aquella tesis del sistema político mexicano, que si le iba bien al presidente le iba bien a México quedó en el olvido. Ahora le va bien al presidente y a los mexicanos nos está llevando la chingada. Por donde le veamos al asunto. ¡Pobre México, diría Porfirio Díaz (en esto hasta el dictador aparece como defensor), tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!

Como digo: nos espera lo peor…, pese a los cambios de piel del sistema. Pese a Beltrones y el PRI. O por lo mismo.