martes, 8 de noviembre de 2016

Qué candidatura y cuál campaña necesita México


La posibilidad de la candidatura anticapitalista de una mujer indígena es un paso importante: en efecto, los derechos indígenas (territoriales, culturales, laborales, étnicos) deben ser defendidos o reconquistados y lo que hoy está en juego debido a las políticas extractivistas destructoras del ambiente y el aumento de la explotación de los trabajadores es la supervivencia misma de los pueblos y naciones indígenas, compuestos en su mayoría por campesinos y obreros no calificados y en pésimas condiciones económicas.

Los derechos indígenas atañen nada menos que a uno de cada diez mexicanos. Además, los indígenas, como todos los trabajadores de este país, están siendo despojados de los recursos naturales- aire, agua, tierra, recursos forestales y del subsuelo-, ganan (cuando consiguen trabajo) salarios infames que hay que triplicar para poder vivir decentemente, sufren la anulación de las leyes laborales conquistadas, presencian la entrega del país a Estados Unidos y su sumisión a la política exterior de Washington, soportan la violencia del Estado y de la delincuencia apañada desde el gobierno, los feminicidios y la brutal discriminación a las mujeres, las desapariciones y asesinatos, el robo organizado de los bienes públicos y un sistema impositivo que grava a los más pobres y sus alimentos y permite el fraude de los poderosos.

Una política anticapitalista exige por lo tanto luchar contra la delincuencia y la militarización del país, por aumentos masivos de salarios, por trabajo decente y decentemente pagado, por la autoorganización y la autodefensa para enfrentar a la delincuencia armada, que está protegida por policías y jueces ineptos o corruptos. Exige poner fin a la siembra de ignorancia y al envenenamiento por Televisa y TV Azteca y plantear substitución de esas cloacas por una red de información democrática y comunitaria regida por una ley antimonopólica sobre la información. 

Una política anticapitalista requiere apoyar a los maestros en su lucha contra la reaccionaria “reforma educativa”, que sólo es antisindical. Exige un combate por dar fondos a la educación bilingüe, a la investigación científica y a las Universidades, a las cuales deben poder acceder los indígenas.

Todas estas luchas no plantean, es cierto, objetivos socialistas porque no cuestionan la propiedad de los medios de producción ni exigen la expropiación y socialización de las principales palancas de la economía. Son, sin embargo, -aunque parezcan sólo reformas- esenciales para la plena vigencia de la democracia que el capitalismo no puede aceptar y en la lucha social de masas refuerzan los sectores que protagonizarán el combate consciente por superar el sistema capitalista en México y en una Federación de Estados Socialistas de América Latina. 

La discusión sobre la candidatura indígena, para ser anticapitalista, no puede abarcar sólo a los indígenas ni limitarse sólo a los problemas indígenas y rurales, por importantes que éstos sean. Es necesaria una discusión en todo México sobre los grandes problemas nacionales con la participación de la izquierda anticapitalista y de los movimientos sociales.

La candidatura indígena, si se concreta, participará en unas elecciones viciadas ya desde hace años por la ocupación militar del país, la violencia ilegal del Estado, la muerte de miles de mexicanos. Esto afecta igualmente a quienes, como los simpatizantes de MORENA, creen a pesar de todo y de todos los fraudes anteriores que este mismo semiEstado corrupto y asesino de la oligarquía podría entregarle el gobierno a López Obrador o a otro candidato honesto.

Esto establece una gran diferencia entre la candidatura del EZLN-Congreso Nacional Indígena y la de López Obrador. Eso es un obstáculo real para la unidad pero no impide la unidad de acción entre fuerzas diferentes con diferentes objetivos. Es posible siempre, si hay voluntad política, “golpear juntos pero marchar separados”, unir en un Frente Único tras la defensa de los derechos democráticos y de la legalidad a quienes creen posible reformar un sistema irreformable con los anticapitalistas que creen en la posibilidad de construir en la lucha y desde abajo las bases de un sistema más justo, se llame éste como se llamare. 

Si en Estados Unidos ganase la presidencia el fascista Donald Trump la crisis en México aumentará. Tampoco con Hillary Clinton vendrán tiempos mejores y las tensiones bélicas aumentarán constantemente.

Las cosas, pues, no mejorarán mágicamente con una ceremonia electoral y metiendo un papelito en una urna.

Es urgente e indispensable organizar el poder popular desde abajo en cada pueblo y cada colonia, en asambleas y discusiones y crear comités locales de autodefensa, policías comunitarias y organismos de autogobierno en todo el país que preparen el post-elecciones al mismo tiempo que impidan el fraude electoral. 

En 2017, aunque ya es tarde, todavía hay tiempo para organizar un Frente único entre la posible candidatura indígena y MORENA y para que ambas crezcan y convenzan a muchos a salir de la abstención, que ha favorecido siempre al poder capitalista. Como dicen los italianos que “el que tenga más saliva coma más harina” en una competencia leal donde el enemigo común es el PRIPANPRD y sus achichincles.

Si, una vez llegados a las vísperas de la votación, se ve una clara diferencia en el apoyo popular a una u otra candidatura, la que tuviera menos posibilidades de vencer en las urnas debería respetar un pacto que estableciera el apoyo a la candidatura mejor colocada. 

De todos modos, las elecciones nos han sido impuestas y son secundarias y la lucha real no será electoral sino post-electoral, contra la imposición fraudulenta de un candidato de la oligarquía o por hacer respetar la voluntad popular. Los resultados electorales serán un subproducto de una lucha no electoral por construir un poder rebelde alternativo para los tiempos que vendrán.

almeyraguillermo@gmail.com

El EZLN, la izquierda partidista y el estado mexicano


La polémica desatada por el anuncio del EZLN y el CNI en el sentido de que están considerando la posibilidad de lanzar una candidata indígena a la presidencia en las elecciones federales del 2018 parece nutrirse de la larga historia de desencuentros entre las dos grandes corrientes de la izquierda mexicana: los reformistas y los movimentistas. En realidad descansa en un contexto en el que izquierda y derecha han perdido sentido desde la perspectiva del cambio social, donde la lucha electoral se encuentra en su nivel más bajo de popularidad desde el triunfo de la revolución mexicana y la dinámica geopolítica heredada por el fin de la segunda guerra mundial no opera más.

Desde la caída del Muro de Berlín, la descomposición de la dinámica política surgida al calor de la revolución francesa es el pan de cada día y sus síntomas se muestran con más fuerza. A contrapelo, las instituciones liberales parecen seguir como si nada, sostenidas por la conveniente certeza de que la crisis es de carácter coyuntural y no estructural, de que el problema es sólo cuestión de ajustes y reformas. Ya en su momento, un crítico certero de dicha actitud anunció el fin de la era de los partidos políticos, como ejes centrales de la participación política, para dar paso a las de los movimientos antisistémicos. De acuerdo con Immnuel Wallesrtein, los estados liberales –que se apoyan en la democracia procedimental- “… pueden escoger entre ayudar a la gente común a vivir mejor y ayudar a los estratos superiores a prosperar aún más. Pero eso es todo lo que los estados pueden hacer… Si queremos afectar de forma significativa la enorme transición del sistema mundial que estamos viviendo… el estado no es un vehículo principal de acción. En realidad, más bien es uno de los principales obstáculos.” (1)

En este sentido, la insistencia de luchar por la conducción del estado a través de las elecciones, si bien no puede ser descartada como táctica política a corto plazo, no ofrece una salida real a la presente coyuntura. Es cierto que las elecciones pueden abrir paso a un gobierno más proclive a mejorar la distribución del ingreso pero al final la misión el estado liberal permanece y solo es cuestión de tiempo para que los gobiernos populares sean sustituidos por los derechistas. Baste observar el caso de Argentina o de Brasil, con todas las singularidades de ambos casos. Si las elecciones mantienen la presencia de gobiernos populares de manera reiterada, el sistema político posee las piezas necesarias para revertir semejante tendencia y realizar cambios, ya sea por medio de golpes de estado de viejo cuño o los llamados golpes blandos que cuentan hoy con amplia aceptación entre los dueños del dinero.

Aceptar lo anterior desde el interior de los partidos políticos implicaría comprender “… que las estructuras estatales han llegado a ser (¿han sido siempre?) un obstáculo importante para la transformación del sistema mundial, incluso cuando (o quizá especialmente cuando) fueron controlados por fuerzas reformistas, es lo que está detrás del vuelco general en contra del estado en el tercer mundo…”(2) Dicho de otro modo, aceptar que la tierra prometida de los liberales es una ilusión que sólo serviría para que lo esencial permanezca –a pesar de las buenas intenciones de leyes, reformas y lo que se acumule- necesariamente implicaría modificar radicalmente la estrategia política de los que viven del gatopardismo progresista o conservador, de la ilusión liberal.

La probable candidatura del EZLN-CNI para el 2018 ha vuelto a poner en el escenario mexicano el abierto conflicto entre los que no comprenden o no quieren comprender lo arriba expuesto y los que han venido construyendo nuevas opciones a partir del reconocimiento del fin de la decadencia del estado liberal. Y esto no necesariamente coincide con los planos izquierda y derecha sino con la búsqueda de otros horizontes para la construcción de un mundo nuevo. Mucho menos con el estás conmigo o estás contra mí, argumento muy utilizado por los promotores de la unidad de la izquierda bajo el liderazgo de AMLO. Este argumento responde básicamente a la estrategia frentista, que resulta más útil al sistema que a las aspiraciones de un cambio real. El triunfo de la izquierda partidista sólo le daría un poco de oxígeno a un sistema caduco pero la marginación, la discriminación y el racismo seguirían gozando de buena salud, no se diga la acumulación de capital, las guerras ‘justas’ y los premios Nobel a generales, asesinos y genocidas.

La candidatura de una mujer indígena y las reacciones del ‘establishment’ electoral mexicano no sorprenden a nadie, mucho menos las burlas y sarcasmos de corte racista. ¿De dónde proviene el combustible para descalificar o incluso considerar una traición o parte de un complot maquinado por los dueños del dinero en México? Del miedo, del temor de que una candidatura indígena autónoma exponga una vez más las limitaciones, la patología de un régimen que apenas puede mantenerse en pie. Porque los contrastes rayarían en lo grotesco: saco Armani contra huipil; millones de pesos (sucios y no tanto) contra ¿miles?; palabras vanas, promesas falsas contra principios claros y llamados a la acción autónoma; entrevistas pagadas en todos los medios de comunicación y una avalancha de espots contra encuentros cara a cara para escuchar, para dialogar. Pero sobre todo porque haría visible, una vez más, que nuestro país es enormemente desigual, que las elecciones son un circo y que el poder del dinero es el que las decide. Porque en las elecciones de 2018 no será el voto a favor de la candidata indígena lo que decidirá la suerte de AMLO sino su capacidad para diluir su imagen pública a contentillo de los que deciden las elecciones. Hay que admitir que el propio AMLO es consciente de lo anterior al grado de que ha dado pasos en ésa dirección al conceder la amnistía anticipada a Peña y sus amigos, al abrir la puerta de MORENA a priistas ‘buenos’ y demás fauna del sistema político. Y claro de cuidarse de mirar abajo y a la izquierda para promover sus demandas, apoyando públicamente el laboratorio zapatista en Chiapas, visitándolo para entablar un diálogo, criticando las limitaciones de los partidos centralizados a partir de un liderazgo carismático.

Aceptando sin conceder que la llegada de AMLO a Los Pinos modifique la agenda gubernamental lo suficiente para aminorar momentáneamente la debacle del estado mexicano no por ello se puede pensar que el cambio será real. Lula da Silva puede ser un buen ejemplo de las limitaciones a las que se enfrenta un gobierno de izquierda partidista, de sus posibilidades y de sus consecuencias. En todo caso, la propuesta del EZLN y del CNI debe ser respetada e incluso bienvenida no sólo por su contenido simbólico sino por su vocación autónoma y por donde se vea, su legitimidad y legalidad. Su potencial estratégico está relacionado con la posibilidad de que la ‘comprensión’ de los límites del sistema actual se amplíe a la mayor parte de la población excluida para acabar con el ilusionismo liberal. Y esa no es una tarea menor, es de hecho una de las tareas estratégicas que el movimiento zapatista se ha planteado casi desde su nacimiento. Gracias a ella ha despertado simpatías alrededor del mundo y le ha dado vida a la posibilidad de imaginar un mundo donde quepan muchos mundos. 



Notas 

1) Wallerstein, I. Después del liberalismo. México, S. XXI, 2005. p. 7

2) Ibídem. 

Blog del autor: http://lavoznet.blogspot.mx/2016/10/el-ezln-la-izquierda-partidista-y-el.html

Elecciones EZLN Tantos mundos como sean necesarios



Ni marxistas, ni socialistas, ni comunistas, ni anarquistas saben darse su propia forma de ser, vivir y de resistir, para crear un mundo donde quepan muchos mundos. Son zapatistas. 

Momentos pasados
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo su aparición pública el 1 de enero de 1994 pero había nacido años antes, en 1983, a través del primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona, en Chiapas. Ese primero de enero, siete cabeceras municipales de Chiapas fueron tomadas: Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán, Chanal, San Cristóbal de Las Casas, y Altamirano.

El ejército mexicano derrotó la alzada de los zapatistas. Este EZLN era un ejército más simbólico que real ya que la mayoría de los miembros del ejército zapatista estaba desarmado: portaban armas hechas de madera y pintadas de negro. Iban, sabiendo que seguramente, morirían sin poder defenderse.

Los zapatistas no pudieron avanzar en este sentido y debieron dialogar cara a cara (pasamontaña) con el mal gobierno. En este proceso fue mediador el obispo Samuel Ruiz de San Cristóbal de las Casas, que entre otras cosas, dio pie a los acuerdos de San Andrés sobre el “Derecho y Cultura Indígena”, que comprometían al Estado a reconocer a los pueblos indígenas en la ley más importante de México: su Constitución, para que pudieran gozar de autonomía y autodeterminación. Ese mismo año, en el mes de octubre, se fundó el Congreso Nacional Indígena (CNI).

Los acuerdos de San Andrés no se cumplieron en su totalidad y recién en el 2001 se hicieron algunas reformas constitucionales para darle reconocimiento a los pueblos indígenas. Así el Artículo 2 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos reza: “Se les reconoce la libre autodeterminación, y garantiza el derecho a la libre determinación y autonomía para decidir formas internas de convivencia y organización social, económica, política y cultural”.

El EZLN, mediante la creación en 2003 de Los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, vino a hacer realidad esa autodeterminación y autonomía.

Y es que hay pueblos que se saben pueblos y no hacen más que serlo, a como de lugar
“Cuando el pueblo tiene una voluntad, no tiene representantes, se representa así mismo”, señala el escritor Eduardo Colombo en su libro “La voluntad del pueblo”.

La organización del zapatismo siempre ha apuntado en ese sentido. Ya en febrero de 1994, el EZLN expresaba a través de un comunicado: “¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”. Ahí nomás de haber dado semejante sorpresa, exclamaban claramente lo que buscaban, aunque tampoco especificaban cómo.

Recientemente el EZLN propuso que las bases discutan la posibilidad de presentarse a elecciones para que exista un Consejo Indígena de Gobierno que se haga cargo del Ejecutivo Federal y materialice su palabra a través de una candidata mujer. Esta novedad generó “histeria” no sólo en los partidos políticos tradicionales de México sino también en quienes comparten con el zapatismo la ideología de desde abajo, a la izquierda.

Y creo que esa sorpresa no grata puede deberse a que, en algún punto, bueno en realidad en varios puntos, muchas y muchos nos hemos de alguna manera, o de todas las posibles apropiado del zapatismo.

Esa convicción de que algo realmente nuevo parió el abajo, y un abajo también nuevo se estaba pariendo (y se está pariendo) aunque sus raíces eran y son tan ancestrales como los mismísimos pueblos originarios; repudiando la vía electoralista, sabiéndose siempre fuera, y entendiéndose ahí afuera, es lo que viene a provocar un primer rechazo, dudas, miedos. Porque miramos el zapatismo, desde nosotras. Desde acá. Desde el lugar en el mundo de donde sea que andemos caminando, abajo, arriba, en México, o Argentina.

Porque nos abrazamos a esa idea, de que era posible, levantarse, y fundar un mundo diferente. Porque vimos en esos pasamontañas, una realidad que varias y varios quisiéramos lograr, vimos desde lo lejos, que alguien nos interpelaba, algunxs se animaban, se organizaban, y lo hacían: eran una comunidad autónoma, digna y libre. Y claro, es fácil abrazar eso. Es fácil comulgar con ese logro, es fácil simpatizar con ese zapatismo. Es tan fácil eso, como criticar, desde cualquier zapato, ahora y ayer, lo que sea que nos “moleste” del zapatismo; como si pudiésemos dimensionar acaso lo que es el movimiento zapatista. Como si el zapatismo fuera estanco y caprichoso, como si la coyuntura fuera la misma que allá cuando aparecieron, cuando decidieron en realidad, hacerse conocer.

Muchxs, inclusive, encuentran en su levantamiento armado una debilidad, algo que hace e hizo, que el zapatismo no llegara a ser aceptado, comprendido, por más mexicanos, por más abajos. Porque claro que es ciertamente más fácil disentir después, cuando algo ya se hizo. Pero hacerlo, claro, lo hicieron, lo hacen, los zapatistas.

Cuando anduve por San Cristóbal de las Casas, para poder ir al Caracol Oventic, tomé un camión, que es un medio de transporte totalmente habitual en México; son lo que acá conocemos como trafics, o combies privadas. En viaje hablando con el chofer, y ya adentrándonos en una zona bastante verde, selvática, él me dijo que toda esa zona era zapatista. Pero, manifestando estar contento señaló que ya quedaban pocos, que ya casi no existían. Me decía que el zapatismo fue muy malo; que se habían armado y habían tomado municipios, que provocaron una guerra donde murieron muchos inocentes: que daban miedo, y que muchos deseaban que nunca volviera a ocurrir: “muy peligroso” afirmaba ese chofer.

Y sí, son un gran peligro pensaba yo en mi interior. Vienen a demostrar que otra cosa es posible, que otras realidades se dan espacio, que los pueblos se van haciendo sus propias formas, que se van animando a ser, a cómo de lugar. Y eso es peligroso claro, es un peligro concreto para el sistema, para los arribas, para quienes no comprenden muy bien en que parte de todo esto se encuentran también es peligroso, porque genera dudas, ruidos, desconcierto. Eso ha generado el EZLN siempre; desconcierto, y esperanza. ¿No es eso acaso peligroso, para un sistema que promulga, promueve, y vende predictibilidad, y resignación?

Es el zapatismo una construcción totalmente peligrosa, tanto como la dignidad, la democracia, la libertad, la justicia que han sabido desarrollar, profundizar y construir; sin que nadie les dijera cómo, cuándo y dónde. Sin escuchar tanto ese ruiderío del afuera. Se construyeron, mirándose los ojos, mostrándonos los suyos, hablándonos cuando querían, aunque jamás viéndose aisaldos del mundo. Construyeron para adentro, desde adentro, sin descuidar el saber en qué mundo estaban pariéndose ellos mismos.

Yo los entiendo como un verdadero movimiento, que saben darse las herramientas y las formas, que van siendo necesarias, reales y posibles. Que ellxs mismxs, van decidiendo. Pura democracia ¿verdad que es peligroso no?

“No queremos el poder, sino poder hacer, que sean nuestras asambleas las que gobiernen”
¿Qué tan sólido estará el sistema político mexicano, y qué tan fundamentadas y consistentes son las tácticas y estrategias de los partidos políticos, que basta que alguien diga públicamente que está pensando algo, y que le va a preguntar a sus demás iguales qué piensan de lo que está pensando, para que se pongan histéricos?”, nos y se pregunta el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, respondiendo interpelándonos nuevamente, frente a la polémica generada por el la decisión junto al Congreso Nacional Indígena (CNI) de consultar a sus bases, para definir-recién entonces y no antes- la postulación de una candidata indígena para la presidencia de México en 2018.

¿En qué medida la propuesta de que un concejo (con “c”) indígena de gobierno, es decir, un colectivo y no un individuo, sea el responsable del ejecutivo federal, apuntala-el-presidencialismo- se- hace- cómplice- de- la- farsa- electoral-contribuye-a- reforzar-la-democracia-burguesa -le- hace- el- juego- a- la- oligarquía- y- al- imperialismo-yanqui-chino-ruso-judeoislámico-milenarista,- además- de- traicionar -los-altos-principios- de- la- revolución- proletaria- mundial? Nos y se preguntan los zapatistas.

“Ya no queremos decidir por los otros, y tampoco que decidan por nosotros. No queremos el poder, sino poder hacer, que sean nuestras asambleas las que gobiernen” Esto se dice en el documento del quinto congreso. “Ratificamos que nuestra lucha no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir, en la defensa de la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos”.

Se explicita aquí, que esta propuesta, no es sino, otra forma de organizarse a la cual se apela para frenar tanta muerte y destrucción.

Colombo, en la obra ya citada establece algo verdaderamente interesante: “En nuestros días se ha olvidado la distinción –aristotélica y escolástica, central en Spinoza y fundamental en política–, entre potentia y potestas: la potencia, o poder, como capacidad (“el poder de crear” o de hacer), y el poder como dominación (“el poder de ordenar”, y de hacerse obedecer), confundiendo de este modo la capacidad que tiene el agente de la acción, individual o colectivo –capacidad o poder que da al sujeto político la posibilidad de establecer una relación sinérgica compatible con la igualdad en la acción colectiva–, con la dominación, que es siempre una relación asimétrica entre aquel o aquellos que mandan y aquel o aquellos que obedecen. En el espacio político común e igualitario de la asamblea, el “poder” es el resultado de la acción de todos, y ese poder es antes que nada una capacidad de hacer o de decidir (potentia). En la democracia directa el problema no proviene de la capacidad colectiva de instituir la vida común, sino de la toma de decisiones a través de una mayoría, lo que significa desconocer la opinión de la minoría, incluso de uno, e imponerle la decisión mayoritaria”

Las asambleas, no dejaron de existir en los zapatistas, ellos mismos lo dicen: “Nos declaramos en asamblea permanente y consultaremos en cada una de nuestras geografías, territorios y rumbos el acuerdo de este Quinto CNI para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país.

No es entonces una decisión vertical, ni sin debate, ni caprichosa.

Es tan real ese mundo donde quepan otros, es tan real su democracia construida, su libertad desarrollada, que no tienen miedo de proponer lo que nadie esperaba. Nos guste o no nos guste, a quienes desde lejos hemos o no simpatizado, con el zapatismo. No tienen miedo de proponer, de dar la discusión, de agrietar el sistema electoralista de esta manera. Han generado tanta base política, tanto “poder hacer”, la suficiente autogestión, y autonomía, que son capaces, de discutir esta herramienta, como una más. Sin miedos, ni cristalizaciones prejuiciosas. Siendo totalmente conscientes de lo que son, de lo que ya han construido, de ese nuevo mundo que han sabido parir.

El movimiento zapatista, es tan real, como misterioso. Quién haya andado por aquellos suelos, sabe que los mexicanos, y sobre todo los zapatistas, quizás por su origen, son de hablar poco, despacio, y sigilosamente. Casi inentendible al menos, para quien no los escucha siempre.

Cuidan las palabras, dicen lo justo. Y hablan, y nos hablan en su idioma, quizás por eso cuesta tanto entenderlos. Quizás por seguridad, poco dicen, poco se cuenta, poco sabemos de este movimiento revolucionario. Por eso es que, al zapatismo, jamás lo entenderemos, sino, como el zapatismo quiere que lo entendamos.

Porque, si hay algo extremadamente maravilloso y envidiable que tiene el movimiento zapatista, es esa consciencia: Se saben en este mundo. Se leen, en este mundo, se advierten en él. Saben lo que son, lo que están haciendo, lo que logran. No dudan de ellos mismos. Jamás. Tanta confianza y consciencia tienen, que escapan a las formas que el mundo conoce, y se animan a crear ese mundo nuevo, a como de lugar, como lo han venido haciendo, y como jamás lo habían hecho, también.

Fuente: http://latinta.com.ar/2016/10/tantos-mundos-como-sean-necesarios/