martes, 27 de octubre de 2015

Reseña del Libro "Autonomía de los pueblos indios y zapatismo en México", de Gilberto López y Rivas, Ocean Sur, 2014


Este libro forma parte de una «trilogía» del autor de textos recientes conectados por las cuestiones referidas a las luchas étnico-nacionales y el papel de los científicos sociales, especialmente los antropólogos: Antropología, etnomarxismo y compromiso social de los antropólogos (hay una Reseña nuestra1), Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos, manuales, mentalidades y uso de la antropología. Todos editados por Ocean Sur.
Así, el libro que nos ocupa es un libro construido desde la mirada y el conocimiento crítico del antropólogo militante estudioso de los fenómenos étnico-nacionales que con una perspectiva etnomarxista recorre la trayectoria de los recientes 30 años de la lucha por la autonomía de los pueblos indios en México. Lo peculiar del texto es que en dicho recorrido destaca el papel central de las iniciativas y experiencias autonómicas y políticas de los indígenas neozapatistas de Chiapas.

En la Introducción, que trata de los referentes teóricos, el autor aprehende conceptualmente el fenómeno de la autonomía étnica (recuperando la discusión latinoamericana) utilizando el método dialéctico de abordarlo incorporando todas las determinaciones que se han manifestado en la realidad socioeconómica y cultural. Así concibe la autonomía como: procesos de resistencia, procesos de negociación y arreglos político-legales, espacios de debate y diálogo; en los cuales se da la delegación/distribución de competencias mutuamente acordadas entre sujetos políticos, entre poderes constituidos y representaciones políticas de los pueblos en distintos niveles de organización del gobierno, ello con el fin de definir formas de participación y estrategias de articulación y transición democrática. Procesos que se construyen todos la días –nos dice el autor– y donde etnias, pueblos y/o naciones recuperan o fortalecen su identidad mediante la reivindicación de su cultura, el ejercicio de sus derechos colectivos y el establecimiento de estructuras jurídico-administrativas con ámbitos y competencias propios. Teniendo en cuenta la centralidad de la territorialidad como espacio que hace posible la reconstitución y desarrollo de sus identidades en aras de la construcción de un proyecto nacional popular.

Nos recuerda nuestra autor que la autonomía étnica en las realidades concretas se da en diferentes expresiones: inter regionales, regionales, municipales y comunales. Así como también se ubican dentro de varios esquemas: Regional pluriétnica, mono-étnica y personal-cultural.

En el Capítulo 1, de entrada llama la atención sobre la importancia del componente indígena en el peso demográfico del país y su reconocimiento: por ejemplo existen diferentes indicadores y criterios en la elaboración de censos, pero todos ellos con carga de discriminación y racismo. Gilberto llama a esto «etnocidio» estadístico, censal o demográfico. Y propone participación de la propia población en autocensos.

Posteriormente rastrea desde 1981 los orígenes –aunque en Bolivia desde 1952– de la reivindicación de un gobierno por y para los indígenas. Señala que el concepto contemporáneo de autonomía es producto del desarrollo de los propios movimientos autogestionarios (pues se ha planteado que fue invento de antropólogos e incluso se le vincula con un “nuevo indigenismo”). Así en los 80 la experiencia de régimen de Estatuto de autonomía regional en la costa atlántica-Caribe de Nicaragua del gobierno sandinista FSLN de 1984-1987 (promovido por dirigentes miskitos de Misurasata. En Ecuador, el Congreso de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas de Ecuador (CONAIE), en Perú, etc. Y luego a partir de 1994 con la insurrección zapatista y los Acuerdos de San Andrés de 1996 que a partir de allí las demandas de autonomía se convierten para los pueblos indios mexicanos en la principal reivindicación de sus movimientos. En los 90 se despliega el avance teórico y político del concepto a nivel continental. El caso Oaxaca es ejemplar pues se plasman en la constitución estatal los conceptos de pueblo, comunidad, territorio, libre determinación y autonomía; situación opuesta o antitética a los indigenismos.

En el caso de los pueblos indios a través del impacto chiapaneco se trata –nos dice el antropólogo– de hacer compatibles el derecho consuetudinario con el derecho liberal; la dificultad política de aceptar esto desde los poderes gubernamentales mexicanos se ve en la negociación para aprobar a nivel constitucional los Acuerdos de San Andrés, pues se crean contra reformas aprobadas en las cámaras legislativas en 2001. Así Gilberto enlista las siguientes:

Introduce nota precautoria que acota, limita y remite la aplicación plena de la leyes a otros artículos y leyes secundarias, concibe a los pueblos indígenas no como entidades de derecho público (y de asociación libre) sino de interés público (tutelados). Se sustituyen nociones de territorio y tierra (base material de reproducción) por lugares; se cambia el concepto de pueblo por el de comunidades; se limita la adquisición de sus propios medios de comunicación. Destaca la resistencia incluso legal de los pueblos indios mexicanos con 361 controversias constitucionales.

Esto hizo evidente la existencia de dos estrategias de negociación y dos culturas políticas irreconciliables. Por consiguiente se pasa a otra fase de la lucha a través de la «autonomía de hecho», lo que demuestra –según López y Rivas– la capacidad del EZLN de adaptación e innovación, desarrollando los Municipios autónomos, los caracoles, las Juntas de Buen Gobierno (JBG).

En el Capítulo 2, nuestro autor ilustra descripciones analíticas de luchas autonómicas paradigmáticas:

i) Las JBG y sus funciones: entre otras, contrarrestar desequilibrios, corregir errores, mediar conflictos, vigilar cumplimientos e incumplimientos, promover, cuidar, atender, establecer acuerdos. Crean cooperativas y consejos y activan el desarrollo sustentable. En suma, Impulsan iniciativas para construir una alternativa democrática con proyección nacional e internacional; en medio de acoso, hostigamiento y la guerra baja intensidad.

ii) En el estado de Oaxaca y su legislación indígena, específicamente la Ley de Derechos de los Pueblos Indios y Comunidades Indígenas, logran que se les reconozca como personas morales de derecho público, así como un reconocimiento de asentamientos previos a fronteras estatales, a asambleas de autoridades y órganos comunitarios, entre otros.

iii) En el estado de Guerrero con el Proyecto de Justicia y seguridad comunitaria basada en sus costumbres; ubicado específicamente en las regiones de la montaña y costa chica. Concebidas como resistencia y respuesta a inseguridad, delincuencia y la militarización de la región. La Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias CRAC, Policía Comunitaria (PC), se proponen desalentar, evitar y combatir las situaciones delincuenciales; el autor subraya el enorme potencial que tienen como sujetos autónomos.

iv) La Zona de la Sierra de la Zongolica Puebla-Veracruz, indígenas nahuas con la creación de un Consejo Regional.

v) Los 8 Pueblos de Tlalpan en el sur de la ciudad de México -donde el autor fue protagonista como delegado- que cuentan con formas tradicionales de usos y costumbres de la identidad colectiva, además de uso y explotación de tierra y recursos naturales, aunque con problemas de irregularidades de la tenencia y problemas de avecindados. Describe brevemente el proyecto de gobierno delegacional democrático y de izquierda de 2000-2003, destacando la transparencia del ejercicio público, la participación y la corresponsabilidad social, el presupuesto participativo, las brigadas de desarrollo social, los equipos de monitoreo ciudadano, y, en general, propuestas alternativas de desarrollo. Aunque nuestro autor reconoce problemas de ausencia de un sujeto colectivo consolidado.

El capítulo 3 se refiere a la cuestión del Estado Nacional en relación a las Autonomías étnicas y su incidencia. Pone el acento en las reacciones del poder ante el desarrollo de las autonomías; las respuestas violentas de caciquismos, las guardias blancas, los paramilitares, la imposición de megaproyectos como el Plan Puebla Panamá y los respaldos del imperialismo norteamericano para detener y suprimir procesos autonómicos y para imponer sus intereses. Las trasnacionales y bancos, los corredores biológicos para explotar la biodiversidad y los recursos estratégicos. Se ha impedido a los pueblos indios/campesinos en resistencia, de manera constante la decisión libre sobre proyectos en sus territorios tergiversando o ignorando el convenio 169 de la OIT. En suma las autonomías indias se han posicionado como obstáculos para proyectos hemisféricos de EUA. Igualmente el antropólogo López y Rivas explica el papel claramente obstaculizador y/o represor que han tenido los paramilitares, los asesinatos masivos y de” hormiga”, el rol de los partidos políticos oficiales, las ONG´S asistencialistas y no asistencialistas, el ejército mexicano con sus métodos de contrainsurgencia, infiltración y cooptación; incluso fenómenos graves como la prostitución, el narcotráfico, las irrupciones del paramilitarismo con sus campañas de temor y de provocación de disputas agrarias. Señala, igualmente, la ambigüedad de la Iglesia católica en los conflictos y disputas, pues observa que un sector ha sido partícipe de los procesos de construcción de sujetos autonómicos.

Por otro lado y de manera complementaria, la inserción despojadora que han tenido las compañías trasnacionales mineras en casi el 30% de territorio nacional con concesiones del 73% de empresas canadienses. Dichos emporios en los territorios rurales implementan estrategias de inserción, engaños y maniobras legaloides; en contubernio con organismos del gobierno como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) que contribuyen con simulaciones de compra, manipulaciones, división de comunidades, represiones, etc., teniendo como nefastas consecuencias: escasez de agua, contaminación, ganancias, turismo depredador.

El capítulo 4 problematiza la democracia como proyecto, proceso y método. Destacando la importancia de los derechos humanos, el pluralismo y la nueva cultura política. Todo ello en el sentido de forzar al Estado a abrir nuevos espacios, a generar nuevas reglas, a construir un nuevo ejercicio de poder, con diálogo participación y negociación social.

Todo ello –nos insiste el autor– en la perspectiva de forjar procesos y prácticas de autonomía incluyente, de derechos colectivos. Lo cual no tiene que llevar al segregacionismo, sino a la interlocución legítima. Así, para Gilberto López y Rivas en la construcción de autonomías hay que considerar la Importancia que tiene el tejido social en que se posan, por eso las dificultades y retos que se les presentan bajo las degradadas condiciones actuales en México.

Las conclusiones de este libro se presentan a manera de 20 Tesis sintéticas, entre otros aspectos se refieren a: el diálogo intercultural, la política de alianzas, el desarrollo desigual de autonomías, las redes multiétnicas (comunidades, pueblos y regiones) contra conflictos comunitarios internos y autarquías; las autonomías pluriétnicas y plurinacionales en el cambio de nación, a la resistencia transformadora y revolucionaria frente al imperialismo.

En síntesis para nuestro autor las autonomías indígenas (su concepción, su procesualidad, su praxis) no son fórmulas: se reconocen sus contradicciones y sus situaciones bajo ataque, sus relativos aislamientos, sus limitaciones y sus obstáculos (errores políticos y demás). Así plantea un balance más autocrítico y crítico; incluso entre los propios teóricos y la disputa teórica política entre autores, en la que existen visiones, perspectivas o concepciones polémicas de las autonomías. Sin embargo, y por ello mismo, para López y Rivas:

“Los principios igualitarios, participativos autogestionarios y colectivistas de las autonomías indígenas se transformaron [en estos 30 años recientes en México y también en América Latina india] en uno de los pocos planteamientos estratégicos para enfrentar con éxito el capitalismo”.

Finalmente y en ese mismo sentido, consideramos que se hace imprescindible en la crucial coyuntura actual de Iguala-Ayotzinapa, explorar y combinar social y teóricamente este proceso autonómico estratégico con otros; como observa el autor: los de los movimientos sociales amplios: urbanos, obreros, por la diversidad social (en los que las iniciativas del EZLN han estado presentes pero que han sido insuficientes ante la ofensiva del Estado necropolítico). Esto frente a la necesidad de la confluencia de todas las luchas para la transformación revolucionaria de la sociedad. Por y en ello se valora la importante contribución de este libro.

Nota:
1 Véase “Antropología, marxismo y compromiso social”

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